domingo


Es agradable extrañarte de vez en cuando.

Recuerdo cuando disponía de mis horas más oscuras para observarte. Ni un susurro, ni siquiera una caricia era capaz de enlazarnos. No. Nuestro mundo iba más allá de toda idea física. Fiel seguidor. Sirviente. Vocero de tu dogma. Ahogado y a la vez marchito entre tus manos…

¿Que hice contigo querida? Y esa canción de mierda de fondo. El tiempo no significa nada y sigo aún esperando que voltees, que tu risa burlona me inste a acompañarte, y que me enseñes a volver a ti. Porque mi ambición era tan grande, que los desazones no implicaban relevancia alguna en mi estado. Tú y yo. Ninguna posibilidad de presenciar otro desfile de cuerpos que los nuestros reflejados en espejos. Encapsulados en el vórtice de las ideas, alejados de toda voluptuosidad. Si me preguntases, volvería a caer en el placer de tu condena. Las luces nos encandilan. Y nos volvemos ciegos en un mundo de luz. Buscando en la tierra, en los cielos, vestigios del pasado que aún no comprendemos, me preguntaste si me arrepentía.

- Me gustabas tanto… ¿Cómo podría? Dime. ¿Cómo podría?






No es un día de fiesta.